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Córdoba, Argentina
Revista Cordobesa

lunes, 2 de enero de 2012

San Martín, la Masonería y el pensamiento libertario

Sería impropio transitar el mes de agosto sin recordar a José de San Martín, muerto el 17 de agosto de 1850. Un aspecto de sus ideas fue representativo de toda una época: La Masonería como grupo de pertenencia y soporte de proyectos independentistas.
Las logias masónicas estuvieron estrechamente ligadas a la independencia de las colonias americanas y su proceso de gestación. Su activa participación se evidencia en los ejemplos norteamericano y europeo, donde la masonería tuvo una presencia indudable. Los líderes revolucionarios, entre los que figura San Martín, pertenecían en su mayoría a la Masonería. Por ejemplo, Francisco de Miranda, uno de los principales precursores del movimiento independentista, se había iniciado en la logia masónica América Unión de Filadelfia; O’Higgins, máximo prócer chileno también, y en nuestro país eran masones Carlos María de Alvear, Miguel de Azcuénaga, Antonio Luis Beruti, Juan José Castelli, Vicente López, Juan José Paso y Manuel Belgrano. También Simón Bolívar, importante artífice de la independencia sudamericana del dominio español y referente en la historia venezolana, fue masón; y se inició en la Logia de Cádiz. Colombia, por ejemplo, tuvo veintinueve presidentes masones. Y Londres, la capital de Inglaterra, se había constituido –esto es un hecho comprobable- en el principal centro internacional de las sociedades secretas que conspiraban contra el dominio español.
Ya en el siglo XX los presidentes argentinos Victorino de la Plaza (1914-1916), Hipólito Yrigoyen (1916-1922) y Agustín P. Justo (1932-1938) también fueron masones (sólo por nombrar a algunos), pero hay constancia de la existencia de logias en Buenos Aires desde 1795.
¿Qué es la Masonería?
Conocer la Masonería como un elemento explicativo de los procesos de independencia de los países latinoamericanos es de vital importancia, ya que ignorándola dejamos que el desconocimiento se adueñe de erróneas interpretaciones sobre el pasado. La Masonería fue y es un sistema de iniciación espiritual por medio de símbolos; atrae la atención porque, en general, desconocemos sobre ella. Lo cierto es que la cuestión de los valores, la identificación con ciertos parámetros de orden social con ingredientes de libertad material y espiritual, siempre ha caracterizado a estos constructores de la sociedad. Algunos masones buscan el perfeccionamiento espiritual solamente, otros no lo conciben sin una mejora sustancial del nivel de vida, y hay algunos que prefieren vivir aislados del mundo de las relaciones por sus tendencias místicas y esotéricas llevadas al extremo.
Lo cierto es que “la Masonería no es una religión, no es una escuela, no es un sindicato, no es una empresa, no es un partido político, no es una universidad, no es una ONG, no es una secta, no es un grupo de presión, no es una sociedad filantrópica, no es una cooperativa, pero tiene algo de todos ellos”, como explican Jorge Blaschke y Santiago Río en su obra “La verdadera historia de los masones”.
Y parece que San Martín ayudó a establecerse en Buenos Aires a la Logia Lautaro, del mismo modo que Miranda había instado al establecimiento en Cádiz de la Logia de los Caballeros Racionales. Lo más interesante es que todo esto se hacía sin el consentimiento de la Iglesia Católica, que por entonces censuraba a la masonería. Estamos hablando de la práctica de ideas de liberación o de procesos de independencias en logias al margen de la iglesia oficial, ya que el enemigo a combatir era la monarquía absoluta. Sin embargo, ya en aquel entonces la Masonería abrió sus puertas a católicos creyentes y practicantes como San Martín, que eran masones pero a escondidas de la autoridad eclesiástica, porque –no olvidemos- la Iglesia estaba compenetrada con la monarquía española.
San Martín, Bolívar y la Masonería
La Logia Lautaro se establece en 1812 en Buenos Aires y fue concebida bajo la inspiración del bien general, apoyó las tendencias de la revolución y aceleró muchas de las reformas democráticas de entonces. Se trataba, no obstante, de una logia peligrosa porque debía reunirse en secreto y conspirar contra los que intentaban trabar el proceso revolucionario. San Martín era uno de los más interesados en la logia, que junto a Carlos de Alvear y José Matías Zapiola, había instalado al servicio exclusivo de la lucha por la independencia y la libertad de los países sudamericanos. La quería al servicio de la guerra de emancipación, pero no al servicio de la guerra civil y por ello es –probablemente- que se distanció notablemente de los planes bolivarianos en la entrevista de Guayaquil de Julio de 1822. No existe historiador latinoamericano que no pagaría todo lo que tiene por saber lo que Bolívar y San Martín hablaron en esa entrevista de varias horas y a puerta cerrada. Pero de algo estamos seguros: los objetivos de San Martín no eran los mismos, en última instancia, que los de Bolívar; aunque ambos luchaban por lograr la independencia de la corona española. El correntino no quería una guerra civil que prolongara las luchas internas en las nacientes repúblicas y esto tenía que ver con lo que él mismo ya venía planteando desde que su participación en la Logia Lautaro, en Buenos Aires.

Exilio y muerte
Domingo Faustino Sarmiento se encontró con San Martín en 1846 en Francia, cuando todavía le faltaban dos décadas para ser presidente (y seguramente ni lo imaginaba) y cuatro años antes del fallecimiento de Don José. Podemos imaginarlos juntos, pues Sarmiento relató ese encuentro: “Hay en el corazón de este hombre una llaga profunda que oculta a las miradas extrañas, pero que no se escapa a la de los que se la escudriñan. ¡Tanta gloria y tanto olvido!, ¡tan grades hechos y silencio tan profundo! Ha esperado sin murmurar casi treinta años la justicia de aquella vida pública…. las dolencias de la vejez y el legado de las campañas militares, le empujan hacia la tumba y ¡espera todavía! He pasado con él momentos sublimes que quedarán por siempre grabados en mi espíritu. Solos un día entero (…) sus ojos pequeños y nublados ya por la vejez se han abierto un momento y, mostrándome aquellos ojos dominantes, luminosos, de los que hablan todos los que le conocieron; su espalda encorvada por los años se había enderezado, avanzado el pecho, rígido como el de los soldados de línea de aquel tiempo; su cabeza se había echado hacia atrás, sus hombros bajándose por la dilatación del cuello, y sus movimientos rápidos, decisivos, semejan al del brioso corcel que acude su ensortijada crin, tasca el freno y estropea la tierra. Entonces la reducida habitación en que estábamos se había dilatado, convirtiéndose en país, en nación; los españoles estaban allá, el cuartel general aquí, tal ciudad, tal hacienda, testigo de una escena, mostraba sus galpones, sus caseríos y arboledas en derredor de nosotros… ¡Ilusión! Un momento después, toda aquella fantasmagoría había desparecido; San Martín era hombre y viejo, con debilidades terrenales, con enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez (…) Aquella inteligencia, tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos tan penetrantes, que con una mirada forjaban una página de historia, estaban ahora turbios.”
San Martín falleció en Boulogne Sur Mer el 17 de Agosto de 1850, a los 72 años.

Javier Alejandro Rodríguez
Prof. de Historia

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