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Córdoba, Argentina
Revista Cordobesa

domingo, 1 de enero de 2012

DUERMETE NIÑO, PERO DUERTEME YA

Es muy frecuente escuchar quejas de padres de niños pequeños que, luciendo ojeras en su rostro, comentan que sus hijos pequeños no duermen y por ende la familia tampoco.
El sueño es un proceso reparador del organismo, fundamental para estar en condiciones de aprender y para poder consolidar lo aprendido en el estado de vigilia que está regulado por estructuras cerebrales y mecanismos neuroquímicos; pero es fundamental entender que el buen dormir es un aprendizaje. En efecto, se enseña y se aprende a dormir durante toda la noche y quién no aprendió a dormir de niño, es probable que sea un adulto que duerma mal.
Existen dentro de la psicología diversas posturas, que van desde los métodos de tipo conductistas que se aplican con rigor y que básicamente consisten en dejar llorar al niño, hasta que gradualmente se acostumbre a dormir solo, pasando por teorías que consideran que las madres y/o padres, como muchos mamíferos, deben dormir junto al niño en la misma cama por todo el tiempo que el niño quiera.
Considero que el aprendizaje del dormir es fundamental y organizador de la conducta general del niño y de la dinámica y funcionamiento familiar. Sin embargo, creo que como todo proceso de aprendizaje no puede enseñarse desde la represión y el sufrimiento que implican dejar llorar a un niño pequeño en soledad durante la noche, un espacio donde, aparejado a la quietud, emergen los miedos y las fantasías.
Por otro lado, si un niño duerme en la misma cama que sus padres, tendremos en el futuro cercano un niño/a que tendrá más ansiedad y temor a separase de sus padres, menos seguridad en sí mismo/a y con el tiempo más probabilidades de sufrir miedos durante la infancia.
Desde el funcionamiento familiar, que el niño pueda dormir solo en su cuarto permite separar simbólicamente el espacio adulto del espacio infantil, y encontrarse con un momento donde las tareas relacionadas a la crianza se suspenden hasta el otro día y los padres pueden conectarse con su mundo personal y recuperar la vida erótica y de pareja de la que los niños deben permanecer aparte.

Existen ciertas pautas para enseñar a dormir a nuestros hijos/as:
  • Lo primero es que el niño/a debe estar sano y no haber dentro de la familia circunstancias traumáticas recientes.
  • Es fundamental que se haya podido establecer un vínculo fuerte entre el bebé y su madre (sobre todo en el primer tiempo) y que haya habido suficiente contacto con el bebé y sus necesidades durante el día.
  • Nunca se debe intentar antes de los cinco meses, período durante el cual sí es recomendable que el bebé duerma en una cuna junto a la cama de sus padres.
  • Es recomendable ayudar al niño a ir discriminando entre el día y la noche, para ello se puede hacer dormir al niño durante el día en su cochecito o en un moisés fuera de la habitación, y expuesto al ruido de la rutina de la casa y con luz. Durante la noche acostamos al bebé en su cuna, en total silencio y en oscuridad.
  • Establecer una rutina es fundamental para que el niño asocie determinadas actividades con el momento de dormir. En general luego del baño que tiene que ser todos los días a la misma hora, se lo cambia diciéndole que ya es de noche, que llegó la hora de dormir, se le da la última teta o mamadera hablando suave, despacito y en la medida de lo posible se lo acuesta todavía despierto a punto de dormirse en la cuna, en la oscuridad o con luz tenue.
  • Cuando se pasa al bebé a su cuarto (luego de los cinco meses) es recomendable que se lo haga conservando la cuna en la que dormía en la habitación de sus padres y pasado un tiempo si se le puede proponer un cambio a una cama más grande.
  • En la medida que se pueda, ya que los bebés suelen quedarse dormidos mientras toman la teta, es importante acostar al niño/a mientras está despierto y permanecer junto a su lado acariciándolo/a, susurrándole que es hora de dormir, que todos los integrantes de la casa (nombrarlos) están durmiendo, que mamá y papá están cerca y lo/la están cuidando, que duerma tranquilo/a.
  • El niño/a, sobretodo a medida que crece, no debe dormirse en brazos y luego pasarlo dormido, porque entonces al despertarse querrá volver a este estarlo y no tendrá registro de su participación, es decir, de que él se fue quedando dormido tranquila y gradualmente.
  • Quién acuesta al niño debe permanecer junto al niño hasta que se duerma. Al principio estando muy cerca, acariciándolo/a e ir alejándose gradualmente, a medida que el niño/a lo va tolerando, pero nunca más allá del umbral de la puerta de la habitación.
  • Siempre dejar una luz tenue prendida, en general puede ser la del pasillo o del baño.
  • Una vez que iniciamos este proceso no se puede volver atrás, contradiciéndonos y trayéndolos a la cama a la mitad de la noche. Si el niño se despierta hay que repetir la rutina, ofrecerle chupete si usa, acariciarlo, cantarle, intentando que retome el sueño pronto, y si luego de todo esto no se calma, sí darle de comer. Ningún niño/a de 10 meses que comió bien se despierta por hambre.
  • Algunos niños/as duermen junto a un peluche o muñeco, incluso sabanitas o prenda de la mamá que los acompaña y ayuda a calmarlos.

Existen algunos momentos durante la noche cuando disminuye la profundidad del sueño y se produce un chequeo del organismo, si se siente sed, dolor, ganas de orinar, etc. Durante estos momentos los niños que se duermen en la habitación de sus padres y que son pasados dormidos, sin conciencia a sus camas, se despiertan muy alterados porque no comprenden cómo llegaron hasta allí.
Es posible enseñar a niños más grandes a dormir solos, aplicando pautas parecidas.
Lo primero, es hablar en repetidas ocasiones, con el o ella y explicarle que iniciaremos un proceso que creemos que es bueno para él o ella que consiste en aprender a dormir solo/a y que le vamos a ayudar a ir lográndolo, estando juntos de otro modo.
Hay que dejar siempre una luz prendida y de ser necesario recorrer la casa junto a ellos para que vean que no hay peligros. Lo siguiente es acompañar al niño a su cama, se le puede leer un cuento o cantarle una canción, darle el beso y abrazo de las buenas noches y quedarse un rato junto a él o ella e ir corriéndose gradualmente, permaneciendo en la habitación hasta que se duerma. Cuando pase un tiempo, se le puede decir que nos vamos por un minuto al baño y volvemos, e ir haciendo más largos estos períodos, en la medida en que el niño/a esté tranquilo/a.
La regla de oro es que cuando el niño/a se despierta a la noche, vamos siempre a su cama para calmarlo/a, pero nunca lo llevamos o le permitimos entrar en nuestra cama.

El niño que puede dormir solo en su cama, va aprendiendo gradualmente a separarse de sus padres, sintiendo que puede estar bien solo/a consigo, que va desarrollando recursos internos de autosostén. En contrapartida, los padres vamos soltándolos, haciéndonos a la idea de que nuestros hijos/as son seres independientes. 
Georgina de Miguel

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