La institución familiar ha recorrido un largo camino, y
los cambios actuales no son más que otro estadio en su evolución. Es el “botón
de muestra” social, ya que en su seno se verifican todas las contradicciones
que operan a nivel macro y de las que los jóvenes son los principales
contestatarios.
Sabemos que la familia es
la institución-fábrica de producción y reproducción humana. Hace aproximadamente
10000 años atrás, hombres y mujeres se asentaron para empezar a ser una
sociedad agrícola y recolectora. Se fueron generando los primeros grupos
sedentarios, antecedentes de lo que sería luego, con el correr de los años, la
familia como la conocemos hoy. Estos grupos tenían roles bien definidos, las
mujeres se quedaban en la aldea junto a los niños y los animales, mientras los
hombres salían a cazar, a pescar, etc. Con el devenir de los años se fue armando
un circuito en torno al recorrido masculino que llevó a la actividad comercial,
había rutas por donde los hombres pasaban con sus mercancías que ahora eran
producidas por ellos (y por las mujeres que se quedaban en las aldeas). Los
asentamientos fueron creciendo, las aldeas se complejizaron cada vez más, el
comercio trajo nuevas cosas y permitió que lo diverso entrara y atravesara el
mundo de la familia. Desde aquel grupo primero, la sociedad se ha ido transformando
hasta llegar a ser como la conocemos hoy: una sociedad basada en un modo
capitalista de producción a la que percibimos como en estado de crisis. Es una
crisis también de la familia, de esta suerte de “empresa productora” de sujetos
para la sociedad consumidora en la que vivimos.
Hoy el hombre y la mujer no
son lo que eran. No tienen los roles que tenían. La familia de hoy se va
transformando en una unidad que no tiene mucho que ver con aquella primigenia
que se estructuró en base a asentarse, basada en la transmisión de la herencia,
donde el hombre era el que regía la descendencia. Hoy todos conocemos que hay
padres solos y madres solas, homosexuales, hombres y mujeres transexuales, que las
familias se arman, desarman y rearman agrupándose con otras. Como podemos ver,
la manera de organización familiar cambió rotundamente y, en consecuencia, es
de suponer que la conformación de los sujetos también difiera a la que conocíamos
en la época de Freud. Esto seguramente lleva a que la manera de estructuración psíquica
en cuanto a percepción, lectura y funcionamiento en la realidad sea otra. ¿Cuál?
Creemos que aún no se sabe, que aún falta investigar.
Lo que sí podemos afirmar
es que la familia, con sus nuevas formas, sigue siendo el lugar donde se
realizan los aprendizajes iniciales, necesarios para vivir en sociedad, para
vincularnos con los otros, para aprender a trabajar, a relacionarnos, códigos
éticos y morales, etc.
Actualmente las herramientas
que intervienen en los aprendizajes iniciales son persuasión, el aprendizaje
observacional y la simulación que, entre otras, van estructurando a los niños
de la manera en que ese grupo lo necesita acríticamente hasta la adolescencia.
Con estas herramientas las actuales familias burguesas enseñan “el deber ser” por
sobre “el ser”. El aprendizaje de la simulación parece ser una de las conductas
mas extendidas. “Simulación” deriva del latín simulatio, y es la acción de simular o imitar lo que no se es desde
el punto de vista psicológico, siendo una manifestación conscientemente falsa,
con un determinado fin, que con un esfuerzo mantenido durante un tiempo
determinado busca conseguir un beneficio o provecho inmediato (González, 1991).
Simulamos que somos lindos, ricos, famosos, exitosos, que nos queremos, que
somos un modelo de familia o de personas, en fin, de todo lo que suponemos que es
valorado socialmente. Como es de esperar, les enseñamos a nuestros hijos que lo
importante es sostener ese modelo (el
de la simulación). Los persuadimos con mandatos y correcciones acerca de lo que
deben ser y mostrar, porque eso es lo que los va a convertir en seres exitosos,
socialmente aceptados. Ante semejante y permanente despliegue paterno y
materno, a los hijos no les queda más opción que obedecer a sus padres, que los
mantienen, los obligan, los “educan”.
Un elemento fundamental en
este mecanismo de formación de sujetos es la fuente de donde provienen los
mensajes, y si dicha fuente es moralmente aceptable o no. En caso de que la
fuente sea moralmente aceptable, el adolescente la respetará. En caso
contrario, cuestionara el modelo: no porque no sirva, sino porque la fuente
esta llena de contradicciones, y esto genera inmediatamente una duda sobre el
emisor del mensaje en el psiquismo del adolescente.
Suponemos que de allí
proviene parte de la crisis, los jóvenes no creen en los mensajes que los
adultos les damos de cómo se debe ser y hacer en esta sociedad. Ven una gran
distancia entre lo que decimos y lo que hacemos. Ven la simulación permanente
de conductas, ven que dentro de nuestra casa somos de una determinada manera y
al salir a la calle somos de otra para lograr la aprobación y el reconocimiento
de los otros. Los jóvenes ven esta doble moral y doble vida de los adultos con
quienes conviven. Se rebelan contra ese modelo forzoso y forzante a la división
de la personalidad, donde una cosa es el mundo privado y otra cosa es el público.
Esto lleva a que los jóvenes no puedan creer ni en nosotros ni en los modelos
que les proponemos como correctos o convenientes. Es así que estamos en un
proceso constante de deconstrucción de los modelos de familia, difícil de sostener y mantener en el tiempo, donde el
modelo “standard” carece de bases
firmes, sólidas, porque éstas son cuestionadas desde su modo mismo de
construcción.
Los jóvenes de hoy decimos que
ya no creen en nada. Difícilmente puedan creer en adultos que dentro de su casa
tienen una ética y moral diferente a la que poseen cuando salen a la calle. Los
jóvenes dirán “¿quién es esta persona?” y pensarán de los adultos “si engaña a
los otros también me ha de engañar a mí”.
En términos sociales, esto va
llevando a que caiga un orden de cosas y aparezca otro, conservando sí la
necesidad innegable de la familia como grupo primario; grupo que hoy va
cobrando nuevos formatos que nos asombran, nos asustan y nos preocupan. Hasta
ahora sólo seguimos esta tendencia como podemos y somos testigos de una mutación
que no sabemos a dónde terminará. Aunque nos asusta, seguimos simulando más
fuertemente que todo está bien, cuando en realidad sentimos que algo anda mal.
Por último, como
productoras de personas y criadoras, las mujeres deberíamos plantearnos cómo
queremos seguir realizando esta función indelegable. Aunque alquilemos
vientres, donemos óvulos, demos en adopción o adoptemos niños, nosotras somos
las que los llevamos 9 meses dentro de nuestro cuerpo. Nuestros hijos e hijas
viven y sienten como nosotras, lo que nos convierte en responsables principales
de la función de crianza, mantenimiento y cambio de un orden de cosas.
Lic. Beatriz Frouté
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