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Córdoba, Argentina
Revista Cordobesa

lunes, 2 de enero de 2012

La familia es la base ¿de qué sociedad?


La institución familiar ha recorrido un largo camino, y los cambios actuales no son más que otro estadio en su evolución. Es el “botón de muestra” social, ya que en su seno se verifican todas las contradicciones que operan a nivel macro y de las que los jóvenes son los principales contestatarios.  
Sabemos que la familia es la institución-fábrica de producción y reproducción humana. Hace aproximadamente 10000 años atrás, hombres y mujeres se asentaron para empezar a ser una sociedad agrícola y recolectora. Se fueron generando los primeros grupos sedentarios, antecedentes de lo que sería luego, con el correr de los años, la familia como la conocemos hoy. Estos grupos tenían roles bien definidos, las mujeres se quedaban en la aldea junto a los niños y los animales, mientras los hombres salían a cazar, a pescar, etc. Con el devenir de los años se fue armando un circuito en torno al recorrido masculino que llevó a la actividad comercial, había rutas por donde los hombres pasaban con sus mercancías que ahora eran producidas por ellos (y por las mujeres que se quedaban en las aldeas). Los asentamientos fueron creciendo, las aldeas se complejizaron cada vez más, el comercio trajo nuevas cosas y permitió que lo diverso entrara y atravesara el mundo de la familia. Desde aquel grupo primero, la sociedad se ha ido transformando hasta llegar a ser como la conocemos hoy: una sociedad basada en un modo capitalista de producción a la que percibimos como en estado de crisis. Es una crisis también de la familia, de esta suerte de “empresa productora” de sujetos para la sociedad consumidora en la que vivimos.
Hoy el hombre y la mujer no son lo que eran. No tienen los roles que tenían. La familia de hoy se va transformando en una unidad que no tiene mucho que ver con aquella primigenia que se estructuró en base a asentarse, basada en la transmisión de la herencia, donde el hombre era el que regía la descendencia. Hoy todos conocemos que hay padres solos y madres solas, homosexuales, hombres y mujeres transexuales, que las familias se arman, desarman y rearman agrupándose con otras. Como podemos ver, la manera de organización familiar cambió rotundamente y, en consecuencia, es de suponer que la conformación de los sujetos también difiera a la que conocíamos en la época de Freud. Esto seguramente lleva a que la manera de estructuración psíquica en cuanto a percepción, lectura y funcionamiento en la realidad sea otra. ¿Cuál? Creemos que aún no se sabe, que aún falta investigar.
Lo que sí podemos afirmar es que la familia, con sus nuevas formas, sigue siendo el lugar donde se realizan los aprendizajes iniciales, necesarios para vivir en sociedad, para vincularnos con los otros, para aprender a trabajar, a relacionarnos, códigos éticos y morales, etc.
Actualmente las herramientas que intervienen en los aprendizajes iniciales son persuasión, el aprendizaje observacional y la simulación que, entre otras, van estructurando a los niños de la manera en que ese grupo lo necesita acríticamente hasta la adolescencia. Con estas herramientas las actuales familias burguesas enseñan “el deber ser” por sobre “el ser”. El aprendizaje de la simulación parece ser una de las conductas mas extendidas. “Simulación” deriva del latín simulatio, y es la acción de simular o imitar lo que no se es desde el punto de vista psicológico, siendo una manifestación conscientemente falsa, con un determinado fin, que con un esfuerzo mantenido durante un tiempo determinado busca conseguir un beneficio o provecho inmediato (González, 1991). Simulamos que somos lindos, ricos, famosos, exitosos, que nos queremos, que somos un modelo de familia o de personas, en fin, de todo lo que suponemos que es valorado socialmente. Como es de esperar, les enseñamos a nuestros hijos que lo importante es sostener ese modelo (el de la simulación). Los persuadimos con mandatos y correcciones acerca de lo que deben ser y mostrar, porque eso es lo que los va a convertir en seres exitosos, socialmente aceptados. Ante semejante y permanente despliegue paterno y materno, a los hijos no les queda más opción que obedecer a sus padres, que los mantienen, los obligan, los “educan”.
Un elemento fundamental en este mecanismo de formación de sujetos es la fuente de donde provienen los mensajes, y si dicha fuente es moralmente aceptable o no. En caso de que la fuente sea moralmente aceptable, el adolescente la respetará. En caso contrario, cuestionara el modelo: no porque no sirva, sino porque la fuente esta llena de contradicciones, y esto genera inmediatamente una duda sobre el emisor del mensaje en el psiquismo del adolescente.
Suponemos que de allí proviene parte de la crisis, los jóvenes no creen en los mensajes que los adultos les damos de cómo se debe ser y hacer en esta sociedad. Ven una gran distancia entre lo que decimos y lo que hacemos. Ven la simulación permanente de conductas, ven que dentro de nuestra casa somos de una determinada manera y al salir a la calle somos de otra para lograr la aprobación y el reconocimiento de los otros. Los jóvenes ven esta doble moral y doble vida de los adultos con quienes conviven. Se rebelan contra ese modelo forzoso y forzante a la división de la personalidad, donde una cosa es el mundo privado y otra cosa es el público. Esto lleva a que los jóvenes no puedan creer ni en nosotros ni en los modelos que les proponemos como correctos o convenientes. Es así que estamos en un proceso constante de deconstrucción de los modelos de familia, difícil  de sostener y mantener en el tiempo, donde el modelo “standard” carece de bases firmes, sólidas, porque éstas son cuestionadas desde su modo mismo de construcción.
Los jóvenes de hoy decimos que ya no creen en nada. Difícilmente puedan creer en adultos que dentro de su casa tienen una ética y moral diferente a la que poseen cuando salen a la calle. Los jóvenes dirán “¿quién es esta persona?” y pensarán de los adultos “si engaña a los otros también me ha de engañar a mí”.
En términos sociales, esto va llevando a que caiga un orden de cosas y aparezca otro, conservando sí la necesidad innegable de la familia como grupo primario; grupo que hoy va cobrando nuevos formatos que nos asombran, nos asustan y nos preocupan. Hasta ahora sólo seguimos esta tendencia como podemos y somos testigos de una mutación que no sabemos a dónde terminará. Aunque nos asusta, seguimos simulando más fuertemente que todo está bien, cuando en realidad sentimos que algo anda mal.
Por último, como productoras de personas y criadoras, las mujeres deberíamos plantearnos cómo queremos seguir realizando esta función indelegable. Aunque alquilemos vientres, donemos óvulos, demos en adopción o adoptemos niños, nosotras somos las que los llevamos 9 meses dentro de nuestro cuerpo. Nuestros hijos e hijas viven y sienten como nosotras, lo que nos convierte en responsables principales de la función de crianza, mantenimiento y cambio de un orden de cosas.
Lic. Beatriz Frouté

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