Soy César Vargas,
escribo poesía y cuento historias. Nótese la diferencia: cuento
historias, no las escribo; las recupero de la memoria de otros que las
escribieron o las trasladaron en el tiempo a través de la palabra hablada.
Pero, ¿qué es la palabra? ¿Para qué sirve? Tal vez la palabra sea lo que dijo aquel tremendo poeta que fue León Felipe: "La palabra es un ladrillo, me entendéis, un ladrillo para construir la torre, y la torre tiene que ser alta, muy alta, hasta que no pueda ser más alta, hasta que quede el último ladrillo, la última palabra para arrojárselo a Dios y romperle la frente, para ver si dentro de su cráneo está la luz o está la nada".
Pero, ¿qué es la palabra? ¿Para qué sirve? Tal vez la palabra sea lo que dijo aquel tremendo poeta que fue León Felipe: "La palabra es un ladrillo, me entendéis, un ladrillo para construir la torre, y la torre tiene que ser alta, muy alta, hasta que no pueda ser más alta, hasta que quede el último ladrillo, la última palabra para arrojárselo a Dios y romperle la frente, para ver si dentro de su cráneo está la luz o está la nada".
¿Querés saber qué pienso de la palabra? Vení, veníquetecuento.
La música muestra lo que es la música, la pintura muestra lo que es la pintura; pero las palabras cuentan y explican lo que es la música y la pintura, es más, las palabras hablan de sí mismas.
En el lenguaje, las palabras, galopan en la voz del hombre y se hacen música, pintan un paisaje donde ocurre una historia, y lo maravilloso es que realmente ocurre: si cuento algo gracioso la gente no se ríe de mí, se ríe de lo que está ocurriendo en la historia que cuento; si cuento algo conmovedor la gente no se emociona por mi aspecto ni por mi voz (aunque con mi oficio de narrador esté utilizando estos medios para llegar mejor a quien me escucha), la gente se emociona porque la historia, por magia de la palabra hablada, se hace presente y ocurre ante nosotros.
¿De dónde vengo? Vengo
subiendo desde el sur de la provincia de Córdoba, nací en un pequeño pueblo
llamado Canals. En el patio de mi casa de infancia madre me enseñaba
poemas y me los hacía decir sin gritar "pero que se escuche desde
lejos". Un día o noche, la hora nunca podré recordarla -pero fue en una
celebración o kermés- me alzaron, me pararon sobre un pilar y dije mi primer
poema en público; para asombro de todo un pueblo que veía y escuchaba a un
niño, que todavía no iba a la escuela, decir un largo y gracioso poema; un niño
que imitaba la voz de un borracho sin haber probado una gota de alcohol en su
vida (todavía). A partir de allí se sucedieron actos, lecturas en voz alta,
relatos de películas, de novelas, de fraguadas anécdotas donde yo resultaba ser
el héroe de maravillosas historias que eran escuchadas por un círculo de
asombrados chicos, que en lo menos que querían pensar era que mis historias
eran falsas. Los chicos no se equivocan, no se mienten, quieren un mundo mejor,
más divertido y lo ven, lo encuentran donde sea.
Después me encontré
escribiendo mis propios poemas y escribiendo mi propia historia en el fragor de
un tiempo que pedía verdades, realidades, certezas y hechos; no palabras. Fue
un tiempo de glorias y de pérdidas, de hondos sufrimientos durante el cual
comprendí que la poesía "no está hecha sólo de palabras" y las
historias narradas no sirven sólo para seducir a un grupo de chicos. Comprendí
que cuento historias para ahuyentar el miedo, para matar la soledad, para
recuperar la memoria, para imaginar cómo será de mejor la vida que merecemos.
Y entonces me largué
con toda la fuerza de mi vida a contar historias, de todos los tiempos y de
todos los lugares del mundo; porque me maravilla la diversidad y el ingenio de
todos los hombres de la tierra.
¿Querés que te cuente
un cuento? Vení, veníquetecuento.
César Vargas
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